Creo en la fuerza del amor, en agradecer cada día. Creo en la magia, porque yo misma soy testimonio de ello. Creo en la libertad como una forma de existir que nos ayuda a soltar y a aligerar las cargas. Creo en sanar. Creo en la vida.

No siempre supe que esta era mi pasión, la vocación que hoy llena de tanto amor mis días. Todos, de una forma u otra, hemos vivimos uno o varios momentos de corte, que nos hacen detenernos en esta frenética carrera contra el tiempo, y las múltiples tareas en las que nos hemos sumergido porque “tenemos” que ser exitosos y productivos. A mí, ese momento me llegó hace un poco más de una década.

Era una muy racional administradora de negocios hasta que, por varias situaciones que me devastaron por completo, entré en lo que yo llamo un hoyo negro, no encontraba mi propósito de vida, no tenía ni siquiera ganas de levantarme de la cama. Acudí a muchas terapias, con pocos avances, pero sabía que debía haber algo más. Un día, escuché unas palabras en televisión que me resonaron y por mi cumpleaños mi mamá me regaló el libro La reconexión, del doctor Eric Pearl. Dos hechos y una puerta que se abrió. Con la sanación reconectiva y la reconexión, vi magia en mi vida, fue para mí un renacer. Me sentía liviana, como cuando un bombillo se enciende para disipar la oscuridad. Algo ya se había sembrado en mí y tomé la decisión de irme a Estados Unidos para formarme con el doctor Eric Pearl. En 2011 me cualifiqué para ser facilitadora profesional de Sanación Reconectiva o Reconnective Healing y en Reconexión, y en 2012 me invitaron a hacer parte de su equipo de Instructores Internacionales.

A partir de ese momento, me dediqué a acompañar a las personas en sus procesos de sanación de vida. Tenía dudas, claro, después de 22 años de trabajar en el sector financiero bajo el cobijo de una compañía. Pero cuando se empezaron a dar los grandes cambios y avances, me convencí aún más de que había elegido bien, que mi misión se validaba: “ser una guía e instrumento de amor para que los seres humanos continúen con su proceso evolutivo, protegiendo su energía vital y afianzando su amor propio”, mostrándoles que el poder está en cada uno, que solo necesitamos equilibrarnos y evolucionar para alcanzar nuestro potencial. Agradece cuando te dejan en oscuridad porque te obligan a prender tu luz propia. Yo le agradezco a una enfermedad que padecí y a la crisis que me llevó a descubrir esa luz, sin ella estaría, tal vez, entre números siendo infeliz. En cambio, desde hace diez años me levanto con mi propósito de vida viajando por todo mi cuerpo, maravillándome con la magia que reside en el mundo.